
“Théâtre d’Opéra Spatial”: La IA desafiando a la élite artistica.
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“Théâtre d’Opéra Spatial”, la obra generada con IA que ganó un concurso de arte en 2022, ilustró cómo un individuo con la herramienta adecuada puede desafiar a la élite artística tradicional. Este nuevo panorama obliga a replantear qué consideramos original o creativo, al tiempo que demuestra el poder de las IA generativas para amplificar la producción humana. “Théâtre d’Opéra Spatial” (2022), obra generada por IA usando Midjourney, por Jason M. Allen. [Imagen usada con fines de análisis y discusión cultural.
Fuente: Feria Estatal de Colorado, categoría de arte digital.]
No es de extrañar que numerosos fotógrafos, ilustradores y músicos estén experimentando con estas tecnologías para ampliar su paleta creativa, mientras que las empresas y jurados culturales debaten cómo integrar (o limitar) estas obras dentro del ecosistema artístico actual[37][38].
· Programación y pequeñas empresas impulsadas por IA: En el terreno del desarrollo de software y los negocios, la colaboración humano-IA también está revolucionando la productividad. Herramientas como GitHub Copilot (lanzada en 2021) actúan como asistentes de programación impulsados por IA, sugiriendo líneas de código o funciones enteras a partir de la intención que expresa el desarrollador. Investigaciones internas de GitHub revelaron que más del 50% de los desarrolladores que utilizan Copilot sienten que completan tareas mucho más rápido y con menos esfuerzo mental, pudiendo enfocarse en las partes más creativas o desafiantes del código[39][40]. En una encuesta a usuarios, entre 60% y 75% indicó que se sentían más satisfechos y menos frustrados programando con esta ayuda, ya que la IA les permitía “permanecer en flujo” y evitar la fatiga de las tareas repetitivas[39][40]. “Con Copilot, tengo que pensar menos… y cuando pienso, es en lo divertido”, relató un ingeniero, celebrando que la herramienta se encargue del trabajo monótono y le deje a él la parte de resolver problemas complejos[41]. Esto refleja exactamente la promesa de la colaboración humano-IA: liberar a la persona de la carga mecánica para que despliegue su ingenio donde más agrega valor.
Pero quizá el impacto más disruptivo de estas asistencias inteligentes sea que reducen la brecha entre grandes corporaciones y pequeños emprendedores. Hoy, una startup de pocos integrantes puede competir con empresas gigantes al apoyarse en servicios de IA accesibles (muchos de ellos de bajo costo o código abierto) que multiplican su capacidad de producción. Por ejemplo, pequeñas agencias de marketing automatizan la generación de contenidos publicitarios personalizados con modelos de lenguaje, empresas emergentes de biotecnología usan algoritmos para diseñar moléculas o diagnosticar imágenes médicas con recursos que antes solo tenían los laboratorios millonarios, y desarrolladores independientes crean videojuegos completos asistidos por IA (que les ayuda a generar escenarios, diálogos o incluso código). Así como en anteriores revoluciones tecnológicas la ventaja la tuvieron quienes supieron adaptarse (piénsese en la revolución industrial o la era de internet), en la actual revolución de la inteligencia artificial los “adaptados” están prosperando. De hecho, los titanes tecnológicos tradicionales han sentido esta sacudida: la aparición de aplicaciones como ChatGPT –que alcanzó 100 millones de usuarios en solo dos meses, convirtiéndose en la app de más rápido crecimiento histórico[42]– obligó a compañías consolidadas a cambiar sus estrategias sobre la marcha. Un caso claro fue Google, que se vio forzado a acelerar el lanzamiento de sus propias IA generativas (como Bard) para no quedarse atrás, reconociendo implícitamente que la innovación en IA podía venir de actores más ágiles y no solo de los gigantes. En síntesis, las reglas del juego están evolucionando: la inteligencia artificial ha democratizado ciertos poderes productivos, y en este nuevo tablero los que aprovechan la colaboración con la máquina llevan la delantera, mientras que los que se aferran a los métodos tradicionales corren el riesgo de quedar obsoletos.