¿Por qué Elefante Esmeralda?

¿Por qué Elefante Esmeralda?

En un mundo marcado por la incertidumbre y la competencia feroz, surge el Elefante Esmeralda como una nueva metáfora para entender el futuro. Este concepto es más que un simple símbolo: es una filosofía de vida y de trabajo inspirada en las cualidades del elefante –su memoria, inteligencia, emocionalidad, cooperación y lealtad– combinadas con la visión sostenible y preciosa que evoca la esmeralda. A diferencia de otras metáforas del marketing enfocadas solo en negocios, el Elefante Esmeralda invita a toda la sociedad a replantear cómo nos relacionamos, innovamos y colaboramos para construir un futuro mejor. ¿Por qué un elefante de color esmeralda? Porque necesitamos algo extraordinario que nos una, nos inspire y nos guíe: un símbolo que represente la memoria histórica y la inteligencia colectiva, a la vez que brille con los valores de la sostenibilidad y el propósito. Este artículo explora el origen e inspiración de esta idea, sus principios fundamentales y cómo se diferencia (y amplía) conceptos previos como la “Vaca Púrpura” o las “Tribus” de Seth Godin.

El Elefante Esmeralda: concepto y filosofía

El Elefante Esmeralda es nuestra manera de articular una visión global y auténtica para el cambio. Tomamos al elefante como emblema por sus reconocidas virtudes en la naturaleza: son animales con una memoria prodigiosa y una gran inteligencia cognitiva, capaces de recordar rutas migratorias y reconocer rostros aun después de mucho tiempo. Además, los elefantes destacan por su inteligencia emocional: son empáticos, forman lazos profundos, lloran a sus muertos y muestran compasión. Viven en manadas unidas por fuertes lazos de cooperación y lealtad, donde los miembros se protegen y aprenden unos de otros bajo el liderazgo de la matriarca. Estas cualidades representan ideales que, como sociedad, debemos adoptar para enfrentar los retos actuales.

Por otro lado, la esmeralda añade un significado crucial a la metáfora. El color verde esmeralda evoca la sostenibilidad ambiental y la esperanza de un futuro próspero para las próximas generaciones. Así como una esmeralda es una gema rara y valiosa, nuestra visión propone ser singular y valiosa en un mundo saturado de ideas convencionales. En el marketing clásico, Seth Godin popularizó la idea de la Vaca Púrpura –una vaca de un color inusual, que por ser extraordinaria destaca entre la multitud. Del mismo modo, un elefante esmeralda sería imposible de ignorar en medio de una manada gris. Ser un Elefante Esmeralda significa sobresalir por las razones correctas: por sabiduría, ética y propósito, no solo por llamar la atención. Como señalaba Godin en La Vaca Púrpura, en un mercado abarrotado “encajar es fracasar” y “no destacar es lo mismo que ser invisible”[1]. Pero a diferencia de la vaca púrpura –que se enfocaba en productos y empresas–, el Elefante Esmeralda representa una visión más amplia y humanista, aplicable a personas, comunidades y organizaciones de todo tipo que quieran marcar diferencia a largo plazo.

Inspiraciones: de la Vaca Púrpura a la manada de elefantes

No negamos ni descartamos las valiosas ideas previas de las que aprendemos; al contrario, el Elefante Esmeralda reconoce conceptos como la Vaca Púrpura y las Tribus de Seth Godin, y luego los amplía hacia un panorama más global. Godin nos enseñó la importancia de ser extraordinarios para sobresalir. “La lección es sencilla: lo aburrido conduce al fracaso” decía en La Vaca Púrpura[2], alentando a emprendedores a diferenciar sus negocios mediante la creatividad y la innovación notable. Ese consejo sigue vigente: necesitamos originalidad y romper con lo convencional. Sin embargo, la originalidad por sí sola no basta cuando buscamos un cambio sistémico en la sociedad; también hace falta un conjunto de valores y una causa que trascienda el producto o la marca individual. Ahí es donde entra nuestro elefante verde, que no solo busca ser diferente, sino ser significativo y benéfico para todos.

Seth Godin también desarrolló la metáfora de las tribus para destacar el poder de las comunidades en torno a una idea. “Una tribu es un grupo de personas conectadas entre sí, conectadas a un líder y conectadas a una idea”, explica Godin[3]. Lo maravilloso de las tribus es que cualquier persona apasionada puede formar una: “un grupo solamente necesita dos cosas para convertirse en una tribu: un interés común y un modo de comunicarse”[3]. Las tribus dan sentido de pertenencia a sus miembros y canalizan su entusiasmo hacia un objetivo común. De hecho, “las tribus hacen que nuestras vidas sean mejores. Y liderar una tribu nos da la mejor vida”, afirma Godin[4]. Esta visión resuena fuertemente con la idea de la manada de elefantes: individuos diversos unidos por vínculos emocionales, cooperación y una meta compartida. Godin señala que hoy, gracias a internet y las redes, las tribus pueden surgir en cualquier parte del mundo, pero hay escasez de líderes dispuestos a guiarlas. Lo importante –dice– es que “todos tenemos la oportunidad de encontrar o reunir una tribu y liderarla. Cualquiera que desee marcar la diferencia puede hacerlo”[5].

El Elefante Esmeralda abraza esta noción de comunidad global: no se trata solo de destacar individualmente, sino de crear un movimiento (una “manada esmeralda”) de personas inteligentes y comprometidas que colaboran por un futuro mejor. Si la Vaca Púrpura hablaba al emprendedor innovador y Tribus al líder que crea movimientos, el Elefante Esmeralda se dirige a todos nosotros –ciudadanos, profesionales, empresarios, académicos, jóvenes– invitándonos a ser parte de una transformación colectiva. La meta no es únicamente tener productos o campañas de marketing llamativas, sino construir una cultura nueva donde la innovación esté al servicio del bienestar común. En lugar de apelar solo al instinto competitivo de “ser diferente para ganar más mercado”, apelamos al instinto cooperativo de “unirnos para solucionar desafíos compartidos”.

Además, otros pensadores de los negocios y el marketing ya han empezado a señalar este cambio de enfoque. Por ejemplo, Philip Kotler –considerado el padre del marketing moderno– evolucionó sus ideas hacia el Marketing 3.0, enfatizando que las empresas deben abrazar valores, misión y contribuir al bienestar de la sociedad, no solo satisfacer necesidades económicas. Del mismo modo, autores como Simon Sinek insisten en comenzar por el porqué (el propósito) y Kevin Roberts propuso el concepto de Lovemarks, resaltando el amor y la conexión emocional con el público como factores clave de lealtad duradera. Todas estas visiones apuntan en una dirección: el éxito del futuro no dependerá únicamente de qué tan disruptivo o llamativo seas, sino de qué tan auténtico, significativo y conectivo es tu proyecto con la gente y con el planeta. El Elefante Esmeralda toma esas lecciones y las integra en una filosofía holística: sé extraordinario, sí, pero con alma; construye una tribu, pero que abarque a toda la humanidad; crea lovemarks, pero que amen al mundo, no solo a la marca.

De la competencia depredadora a la cooperación inteligente

Durante demasiado tiempo hemos operado bajo una lógica casi darwiniana de competencia empresarial y social: “comer o ser comido”, triunfar a costa del otro, maximizar beneficios a corto plazo. Esa mentalidad de depredadores en el mercado nos llevó a avances tecnológicos y riqueza, sin duda, pero también ha dejado un rastro de desigualdad, desgaste humano y destrucción ambiental. Hoy, somos lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta de que ya no se trata de competir como depredadores, sino de cooperar como una comunidad interdependiente. La metáfora del elefante refleja esta urgente necesidad de cambio de paradigma. Los elefantes, al ser herbívoros sociales, sobreviven y prosperan no por devorar a otros, sino por ayudarse mutuamente y adaptarse juntos a un entorno desafiante. En la sabana, una manada unida puede ahuyentar incluso a los grandes depredadores y superar sequías o migraciones difíciles gracias a la colaboración y la memoria colectiva. Del mismo modo, nuestra sociedad debe dejar atrás la imagen del tiburón solitario o del lobo de Wall Street, y aspirar a la de una manada de elefantes: solidaria, sabia y resiliente.

Los cambios vertiginosos del siglo XXI han dejado claro que nadie tiene su futuro asegurado. Ni siquiera las corporaciones más poderosas pueden dormirse en sus laureles. En la última década hemos visto gigantes empresariales caer estrepitosamente por no adaptarse o por ignorar las señales del cambio: casos célebres como Kodak (líder de la fotografía que no supo transitar a lo digital) o Blockbuster (cadena dominante de videoclubes barrida por el streaming) nos recuerdan que el tamaño o el éxito pasado no garantizan la supervivencia. Como apunta Godin, “muchas organizaciones han descubierto que el modelo centrado en la producción de bienes y servicios ya no es tan rentable como antes”[6]; asimismo, “muchos consumidores han decidido no gastar su dinero adhiriéndose a ideas estándares”, prefiriendo invertir en “cosas que importan y en cosas en las que creen”[6]. El público –y especialmente las nuevas generaciones– demanda innovación con propósito: productos sostenibles, empresas éticas, líderes empáticos. En este contexto, cooperar inteligentemente ya no es una opción idealista sino una estrategia de supervivencia. Los desafíos globales como el cambio climático, las crisis sanitarias o la disrupción tecnológica son demasiado complejos para resolverlos desde la competencia individualista; requieren la suma de talentos diversos, la transferencia de conocimientos (memoria) y la acción coordinada a gran escala.

Un conocido proverbio africano, muy acorde con la temática de elefantes, dice: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.” Adoptar la cooperación no significa renunciar a la excelencia ni al liderazgo; significa entender que el verdadero progreso es compartido. El Elefante Esmeralda nos invita a reemplazar la obsesión de ganar a cualquier precio por la visión de ganar juntos de forma sostenible. Esto implica cultivar la inteligencia emocional en nuestros equipos y comunidades –escucharnos, confiar, resolver conflictos con empatía– porque un grupo cohesionado y emocionalmente inteligente supera en el largo plazo a una colección de individuos brillantes pero aislados. Implica también un sentido de lealtad diferente: lealtad no ciega a una empresa o ideología, sino lealtad a principios humanos universales y a un propósito elevado. En vez de “el fin justifica los medios”, proponemos “los valores justifican los medios y los fines”. Cuando compartimos un propósito ético común, cooperar se vuelve natural, porque el éxito de uno refuerza el éxito de todos. En la era de la información, donde el conocimiento fluye libremente, las organizaciones más exitosas son justamente las que fomentan la colaboración abierta y las redes de innovación participativa, en lugar de actuar como depredadores protegiendo celosamente su territorio.

Principios de la transformación “esmeralda”

Para “convertirse en un Elefante Esmeralda”, es decir, para ser un agente de cambio positivo y resistente en la sociedad actual, proponemos una serie de principios clave que integran filosofía, psicología y ética. Estos principios orientan la transformación personal y organizacional necesaria:

  • Inteligencia y memoria colectiva: al igual que el elefante, debemos aprovechar nuestra memoria (experiencia e historia) para no repetir errores y para aprender continuamente. Una sociedad que recuerda sus lecciones (éxitos y fracasos) es más sabia al tomar decisiones. La inteligencia aquí es tanto racional como creativa: analizar con rigor, pero también pensar de forma innovadora. Significa valorar el conocimiento científico y tradicional, y aplicarlo con mente abierta. Un Elefante Esmeralda aprende siempre – de su pasado, de otros miembros de su “manada” y de nuevas ideas – y comparte ese saber con los demás.
  • Inteligencia emocional y empatía: es fundamental desarrollar la capacidad de reconocer y gestionar nuestras emociones y entender las de los demás. Los elefantes muestran duelo, juego, solidaridad; nosotros, como individuos y como comunidades, necesitamos esa empatía profunda para trabajar juntos. La inteligencia emocional nos permite liderar con humanidad y construir relaciones de confianza. Empresas y proyectos guiados por líderes emocionalmente inteligentes generan equipos más comprometidos y creativos. La empatía es contagiosa: un Elefante Esmeralda inspira a otros mediante la comprensión y el apoyo mutuo, creando un entorno donde las personas se sienten valoradas – un ingrediente imprescindible para la cooperación genuina.
  • Cooperación y comunidad: la cooperación es el corazón de nuestra analogía. Significa sustituir el paradigma del “yo contra tú” por el “nosotros”. Fomentar comunidades (tribus, manadas) donde las personas se unan por objetivos comunes. Esto implica habilidades de comunicación efectiva, altruismo y coordinación. En la práctica, abrazar este principio puede ir desde crear equipos interdisciplinarios que rompan silos dentro de una empresa, hasta establecer alianzas entre sectores público, privado y social para acometer juntos problemas sociales. Un Elefante Esmeralda entiende que solo unidos podremos mover los enormes “obstáculos” que enfrenta la humanidad. Como dice otro adagio: si quieres correr rápido ve solo, pero si queremos llegar lejos debemos ir juntos. La comunidad amplifica el impacto de las acciones individuales.
  • Innovación ética y sostenibilidad: la esmeralda nos recuerda la urgencia de lo ambiental y lo ético. Cada decisión innovadora debe calibrarse con criterios de sostenibilidad ecológica y responsabilidad social. No se trata de innovar por innovar, sino de crear soluciones que respeten los límites del planeta y la dignidad humana. En términos de marketing, podríamos decir que ya no basta con ser una “vaca púrpura” llamativa; necesitamos “elefantes verdes” que asombren y generen un impacto positivo tangible. Un verdadero Elefante Esmeralda procura que sus proyectos dejen huella en el mercado y dejen el mundo mejor que como lo encontró. Integramos aquí principios de filosofía moral (como el bien común) y de psicología transcultural (valores compartidos) en cada innovación. Por ejemplo, empresas B (Benefit corporations) o emprendimientos sociales representan este espíritu: modelos de negocio rentables pero con propósito socioambiental.
  • Propósito y transformación personal: convertirse en Elefante Esmeralda es un viaje de transformación interior. Requiere indagar en nuestro propósito personal –¿qué causa mayor le da sentido a mi trabajo y a mi vida?– y alinear nuestras acciones con ese propósito. Ese proceso a veces implica cuestionar creencias arraigadas, “desaprender” hábitos competitivos nocivos y desarrollar una mentalidad de crecimiento. La psicología nos enseña que el cambio profundo en individuos y culturas toma tiempo y esfuerzo consciente. Por ello, este principio enfatiza la perseverancia y la autenticidad: mantenernos fieles a nuestros valores aun cuando sea difícil, y estar dispuestos a evolucionar continuamente. Un Elefante Esmeralda actúa con alma, es decir, con conciencia de sí y de los demás, con pasión genuina por lo que hace y con apertura a seguir creciendo espiritualmente. Esta plenitud (Ikigai, dirían en Japón; fulfillment, en inglés) es tanto el camino como la meta: al perseguir un propósito significativo, uno encuentra plenitud, y esa plenitud a su vez inspira a otros.

Estos principios combinados crean una identidad única. Así como para Seth Godin la marca ideal debía ser extraordinaria y crear una tribu fiel, para nosotros una persona u organización ideal “esmeralda” es aquella que destaca por su sabiduría, moviliza a otros con empatía, innova éticamente y permanece fiel a un gran propósito. No es un estándar fácil de lograr –implica un compromiso profundo–, pero los tiempos actuales prácticamente nos empujan hacia ese modelo si queremos prevalecer.

Ejemplo real: del éxito corporativo a la sabiduría del elefante

Para ilustrar esta filosofía en la vida real, nada mejor que el ejemplo de alguien que encarna varios de estos valores. Pensemos en Douglas Tompkins, ex empresario estadounidense, fundador de la marca de ropa The North Face, quien protagonizó una transformación notable: pasó de la cima del éxito comercial a convertirse en un conservacionista ejemplar. Tompkins “vendió las empresas que lo hicieron rico y lo dejó todo para emprender un proyecto ambicioso de conservación en Chile y Argentina”[7]. En otras palabras, cambió voluntariamente la carrera de “depredador” en el mercado por la senda del protector y colaborador de la naturaleza. Con los millones obtenidos de sus negocios, empezó en la década de 1990 a adquirir vastas extensiones de terrenos ecológicamente valiosos en la Patagonia, no para explotarlos, sino para salvarlos de la destrucción. Su visión fue crear parques nacionales donde la biodiversidad estuviera a salvo a perpetuidad. Muchos lo miraron con escepticismo al principio –era una idea radical que un magnate comprara tierras solo para dejarlas intactas–, pero con perseverancia y cooperando con gobiernos y comunidades, Tompkins logró algo sin precedentes.

A lo largo de más de 25 años, Tompkins y su esposa Kris McDivitt (ex CEO de Patagonia, otra empresa comprometida) donaron al Estado chileno y argentino enormes porciones de esas tierras para conformar nuevas áreas protegidas. Fue la mayor donación de tierras privadas de la historia hasta ese momento[8]. Solo en Chile entregaron dos parques nacionales, Pumalín y Patagonia, que suman más de 700 mil hectáreas (de las cuales cerca de 400 mil fueron compradas y donadas directamente por los Tompkins)[8]. En Argentina hicieron donaciones similares, contribuyendo a la creación de parques como Monte León y el gran Parque Nacional Iberá. Gracias a ello, hoy existen corredores ecológicos de enorme tamaño dedicados a la conservación. Las cifras impresionan, pero más aún el espíritu detrás de ellas: Tompkins renunció a competir por ser el más rico para cooperar en pos de un planeta más sano. Sus acciones inspiraron a miles de personas y hasta a gobiernos enteros a asumir metas de conservación más ambiciosas. No es exagerado afirmar que “conservó más tierras que ninguna otra persona en la historia de Chile y Argentina”[9], dejando un legado verde del tamaño de algunos países.

¿Por qué Douglas Tompkins ejemplifica al Elefante Esmeralda? Porque en su trayectoria vemos reflejados todos los principios antes descritos: pensó con visión de largo plazo (memoria e inteligencia) para darse cuenta de que la verdadera riqueza era la natural y debía protegerse; actuó movido por una profunda conexión emocional con la Patagonia (propósito y alma); colaboró con científicos, ONG, comunidades locales y gobiernos (cooperación) para materializar los parques; innovó en el campo filantrópico con un enfoque audaz y ético (donar tierras privadas a países enteros, algo casi inaudito entonces); y todo ello lo hizo de forma auténtica, discreta y perseverante a pesar de las críticas iniciales. Es decir, dejó de ser “depredador” empresarial para convertirse en guardián colectivo, usando su inteligencia y recursos en beneficio de todos. Su ejemplo nos demuestra que sí es posible encarnar los valores del Elefante Esmeralda y lograr un impacto real. Tompkins entendió que el éxito no era acumular más, sino legar un futuro viable –una visión muy alineada con la idea de construir “un mejor planeta para las futuras generaciones con propósito, transformación, plenitud y alma”, justo lo que proponemos.

Conclusión: una visión auténtica para un futuro compartido

¿Por qué Elefante Esmeralda? Porque necesitamos un relato nuevo que capture la imaginación y la voluntad de la gente hacia algo más grande y noble que la vieja carrera competitiva. Esta metáfora combina la sabiduría de uno de los animales más emblemáticos con la urgencia de los valores “verdes” de nuestro tiempo, dando lugar a un concepto integrador. Es una respuesta a los gurús del marketing tradicionales y, simultáneamente, una filosofía que trasciende el marketing para adentrarse en la ética y la cultura. No se trata de negar la Vaca Púrpura de Godin –celebramos su llamado a la originalidad–, sino de proponer un salto evolutivo: de la originalidad egocéntrica a la originalidad colaborativa y consciente. Tampoco se trata de reemplazar la idea de tribus o comunidades apasionadas, sino de extenderla a una “manada global” donde quepamos todos los que anhelamos un cambio positivo.

El Elefante Esmeralda representa la autenticidad en acción. En un entorno donde el cinismo abunda y muchos desconfían de los discursos empresariales vacíos, esta idea busca recuperar la credibilidad a través del ejemplo y la coherencia. Es un llamado a que cada uno de nosotros desarrolle ese potencial de elefante: ser memorioso (aprender del pasado), inteligente (innovar con conocimiento), emocional (conectar con empatía), cooperativo (trabajar en equipo) y leal (fiel a principios y personas). Solo así podremos “ganar la batalla cultural de las ideas”, como diría el filósofo, es decir, hacer que las mejores ideas –las más justas, sostenibles y humanas– prevalezcan en la sociedad.

En última instancia, la pregunta “¿Por qué Elefante Esmeralda?” se responde con una invitación: porque es hora de mirar el futuro con otros ojos, los ojos de un elefante sabio de color esmeralda. Con otros ojos y, sobre todo, con otro corazón. Si adoptamos esta visión, quizás dentro de unos años veamos surgir muchos “elefantes esmeralda” en todos los ámbitos –personas y organizaciones ejemplares– guiando a sus comunidades como auténticos líderes serviciales. Tal vez logremos, entre todos, que lo extraordinario se vuelva cotidiano: que la cooperación ética, la innovación con alma y el propósito compartido dejen de ser la excepción para convertirse en la nueva norma. Ese es el horizonte al que aspiramos. Y tú, ¿te animas a unirte a la manada? 🐘💚

Referencias:

·      Godin, S. (2003). La vaca púrpura. Gestión 2000. (citas seleccionadas: “encajar es fracasar, no destacar es… ser invisible”[1]; “lo aburrido conduce al fracaso”[2]).

·      Godin, S. (2008). Tribus: necesitamos que TÚ nos lideres. (citas: definición de tribu[3]; importancia de pertenencia y liderazgo[4]; empoderamiento del individuo para liderar[5]).

·      Kotler, P. (2010). Marketing 3.0. Wiley. (idea de marketing con valores humanos).

·      Roberts, K. (2004). Lovemarks: el futuro más allá de las marcas. (la conexión emocional y la lealtad más allá de la razón en marketing).

·      Ejemplos de transformación empresarial con propósito: Caso Douglas Tompkins – cofundador de North Face, quien orientó su éxito empresarial hacia la conservación ambiental (vendió sus empresas y compró +800 mil hectáreas para donarlas como parques nacionales)[7][8], logrando “la mayor donación de tierras privadas de la historia”[8] y conservando más naturaleza que nadie en Chile y Argentina[9].


[1] [2] 5 Citas de «La Vaca Púrpura», por Seth Godin.

https://joangallardo.es/5-citas-de-la-vaca-purpura-por-seth-godin/

[3] [4] [5] [6] Resumen de 'Tribus', de Seth Godin | Leader Summaries

https://www.leadersummaries.com/es/libros/resumen/detalle/tribus

[7] [9] El invaluable legado de Douglas Tompkins | Interamerican Association for Environmental Defense (AIDA)

https://aida-americas.org/es/blog/el-invaluable-legado-de-douglas-tompkins

[8] Chile recibe de los Tompkins la mayor donación de tierras privadas de la historia | America | EL PAÍS

https://elpais.com/internacional/2019/04/29/america/1556563652_462137.html

Back to blog

Leave a comment

Please note, comments need to be approved before they are published.