Vilfredo Pareto y la Visión de Elefantes Esmeralda: del Principio 80/20 al Homo Emotionalis

Vilfredo Pareto y la Visión de Elefantes Esmeralda: del Principio 80/20 al Homo Emotionalis

Vilfredo Pareto en su juventud (circa década de 1870). El economista y sociólogo italiano fue pionero en estudiar la distribución desigual de la riqueza y la influencia de las élites en la sociedad.

Introducción: Un puente entre fábulas y teoría económica

En la fábula del Elefante Esmeralda, solo aquel elefante que se atrevió a separarse de la manada y sumergirse en lo desconocido logró transformarse en algo extraordinario, brillando con luz propia e inspirando a los demás a adaptarse en una nueva era. De forma análoga, Vilfredo Pareto –economista, sociólogo y pensador italiano de finales del siglo XIX y comienzos del XX– se apartó del pensamiento convencional de su época para descubrir principios que siguen iluminando el debate económico y social actual. Nuestro objetivo en este ensayo es tender un puente entre la visión metafórica de los Elefantes Esmeralda y el legado intelectual de Pareto. Exploraremos la biografía y contexto histórico de Pareto, su famoso Principio 80/20 y otras contribuciones económicas, su visión sociológica sobre las élites y la conducta humana, así como las críticas y relevancia actual de sus ideas. Finalmente, conectaremos estos conceptos con nuestra perspectiva de los Elefantes Esmeralda y presentaremos la noción de un Homo Emotionalis –un nuevo “agente económico” más emocional y humano– que emerge gracias a los avances en psicología, neurociencia y a la nueva era de la inteligencia artificial. El resultado será un diálogo entre la sabiduría clásica de Pareto y la visión contemporánea que proponemos, en un tono académico y a la vez poético-filosófico, accesible para todo lector.

Biografía y contexto histórico de Vilfredo Pareto

Vilfredo Federico Damaso Pareto (1848–1923) nació en París, hijo de padre italiano exiliado por sus ideales republicanos, y se crio entre Francia e Italia[1]. De joven se formó como ingeniero civil en el Turín industrial de mediados del siglo XIX[1], durante un periodo convulso marcado por la unificación italiana y la expansión del capitalismo industrial en Europa. Pareto fue un polímata italiano interesado en múltiples campos –desde la ingeniería y la economía hasta la sociología, la ciencia política y la filosofía– y ha sido descrito como “uno de los últimos eruditos del Renacimiento”[2]. Tras obtener su doctorado en ingeniería en 1869, trabajó cerca de 20 años en empresas ferroviarias y mineras, lo que lo puso en contacto directo con problemas económicos reales como los aranceles y el proteccionismo comercial[3]. En esa época, Pareto defendía posturas librecambistas y liberales radicales, criticando la intervención del Estado y la falta de democracia en la Italia de finales del siglo XIX[4][5].

En la década de 1890, Pareto dio un giro hacia la academia y el pensamiento abstracto. Influido por las ideas del economista marginalista Léon Walras, aceptó sucederlo en 1893 como profesor de Economía Política en la Universidad de Lausana, Suiza[6][7]. Tenía ya alrededor de 45 años cuando se convirtió en profesor universitario –“una persona pagada por pensar, escribir y enseñar”, como señala un estudioso– lo que indica su tardía pero intensa entrada al mundo intelectual[8][9]. Desde Lausana, Pareto contribuyó al desarrollo de la economía matemática y formuló teorías de equilibrio económico general, siguiendo la estela de Walras pero aportando su propia perspectiva científica[10]. Publicó obras importantes en esta etapa, entre ellas el Manual de economía política (1906) donde plasmó muchos de sus conceptos económicos, y poco después su Tratado de sociología general (1916) –su magnum opus sociológico– que le otorgó prestigio intelectual aunque inicialmente no fue un éxito de público[11][12].

La vida de Pareto atravesó acontecimientos históricos decisivos: nació en el año de las revoluciones liberales de 1848, vivió la Belle Époque y las tensiones sociales previas a la Primera Guerra Mundial, y murió en 1923, pocos meses después de la llegada al poder de Benito Mussolini en Italia[11]. Estos contextos marcaron su pensamiento. Si en su juventud fue un liberal optimista, con el tiempo se volvió más escéptico y crítico del rumbo político de Europa[8][13]. Las crecientes huelgas obreras y conflictos sociales de principios del siglo XX lo desilusionaron respecto a la democracia de masas, llevándolo a adoptar una postura antisocialista y antidemocrática en sus últimos años[14]. Sin embargo, su relación con el nuevo régimen fascista fue ambivalente: aunque Mussolini lo honró nombrándolo senador vitalicio en 1923, Pareto nunca llegó a ejercer dicho cargo ni a comprometerse plenamente con el fascismo[15][12]. De hecho, mantuvo hasta el final un espíritu de liberal radical y expresó reservas serias sobre las políticas autoritarias, pese a que los fascistas intentaron apropiarse de su figura intelectual[15][16]. Esta asociación, justa o no, ensombreció su reputación por décadas: como señala un historiador, “la reputación de Pareto desde entonces ha estado a la sombra de acusaciones de que fue fascista, considerándolo indigno de atención seria”[12]. En síntesis, Pareto fue testigo y protagonista intelectual de una época de transición –del liberalismo decimonónico a las crisis y experimentos políticos del siglo XX– y sus ideas surgieron en diálogo con esas tensiones.

El Principio de Pareto (la regla 80/20) y aportes económicos fundamentales

La contribución más célebre de Pareto a la economía es sin duda el Principio de Pareto, también conocido como la “regla del 80/20”. Este principio establece, de forma aproximada, que en muchos fenómenos el 20% de las causas o factores explican el 80% de los efectos o resultados[17]. Pareto llegó a esta idea empíricamente. En 1906, mientras investigaba la distribución de la riqueza en Italia, observó que el 20% de la población poseía alrededor del 80% de la propiedad o las tierras[18]. Sorprendido por este desequilibrio sistemático, extrapoló la observación a la “ley de los pocos vitales y los muchos triviales”: una minoría de factores suele tener un impacto dominante, mientras la mayoría restante contribuye relativamente poco. Décadas después, el consultor de calidad Joseph Juran popularizó el término “Principio de Pareto” para referirse a esta regularidad, destacando su utilidad para identificar desequilibrios y priorizar esfuerzos[18][19].

El principio 80/20 ha demostrado ser notablemente robusto y aplicable en diversos campos hasta la actualidad. En economía y negocios, por ejemplo, se suele encontrar que ~20% de los clientes generan ~80% de las ventas, o que ~20% de los productos representan ~80% de los ingresos[20]. En la gestión del tiempo y la productividad personal, frecuentemente se comprueba que ~20% de las tareas realizadas producen ~80% de los logros diarios. Incluso en ingeniería de calidad y gestión de inventarios se aplica la regla: un puñado de defectos causa la mayoría de los problemas, o un pequeño porcentaje del stock representa la mayor parte del valor consumido[21][22]. Si bien las cifras exactas (80 y 20) no son estrictas y pueden variar –no es una ley matemática fija, sino una pauta empírica– el valor del principio está en resaltar desproporciones: invita a enfocar la atención en ese “poco vital” que genera la mayor parte del impacto[19]. En palabras de Juran, “su utilidad radica en la capacidad para identificar desequilibrios y centrar la acción en los aspectos de mayor impacto”[19].

Además del famoso 80/20, Pareto dejó otros conceptos fundamentales en economía: fue creador del concepto de eficiencia de Pareto (u óptimo paretiano) y contribuyó al desarrollo de la microeconomía con la introducción de las curvas de indiferencia[23]. Un óptimo de Pareto describe una situación de asignación de recursos en la que es imposible mejorar la condición de una persona sin empeorar la de otra; es decir, una distribución eficiente en términos de bienestar económico. Este criterio se volvió piedra angular en la teoría del bienestar y en la evaluación de políticas económicas, pues define un estándar de eficiencia (aunque, cabe notar, no aborda la equidad). Por otro lado, las curvas de indiferencia –herramienta analítica que Pareto ayudó a popularizar– representan las preferencias de los consumidores mostrando combinaciones de bienes que les reportan igual utilidad. Ambos aportes afianzaron la analítica económica neoclásica, integrando el rigor matemático al estudio de las elecciones individuales[24][23].

Asimismo, Pareto investigó la distribución del ingreso con detalle. En 1897 formuló una ecuación para describir la distribución de la renta en diferentes países y épocas, observando que seguía una regularidad que luego se denominó distribución de Pareto (un tipo de distribución de probabilidad de cola pesada)[18]. Introdujo el llamado índice de Pareto como medida de la desigualdad en esa distribución[25]. Halló, por ejemplo, que la proporción de riqueza mantenida por las personas más ricas tendía a seguir patrones similares en distintas sociedades, sugiriendo una suerte de “ley natural” de la distribución desigual de la riqueza[26]. Este hallazgo lo intrigó profundamente, ya que indicaba que sus teorías económicas clásicas no concordaban con la realidad observada –la teoría suponía una distribución más equitativa bajo competencia, pero los datos mostraban persistencia de la desigualdad extrema–. Esa discrepancia fue una de las razones que lo empujaron a ampliar su foco del análisis económico puro a la sociología y la política[27]. En otras palabras, Pareto comprendió que para explicar por qué la sociedad real no coincidía con los modelos económicos ideales, debía considerar factores extraeconómicos, como la estructura social, la psicología humana y el poder político.

Visión sociológica y crítica social de Pareto: élites y acción no lógica

Al adentrarse en la sociología, Pareto desarrolló una visión incisiva (y a menudo cínica) de la dinámica social. Uno de sus legados más importantes en este campo fue la teoría de las élites y la circulación de élites. De hecho, Pareto es responsable de popularizar el uso del término “élite” en el análisis social[28]. Para Pareto, en toda sociedad una minoría organizada –la élite– concentra el poder y los recursos, mientras la mayoría de la población (a quien él llamaba “las masas”) tiene poca influencia efectiva[29]. Esta idea se vincula con el principio 80/20 ya mencionado: así como una pequeña parte de las causas explica la mayor parte de los efectos, una pequeña fracción de la población suele ostentar la mayor parte del poder y la riqueza[29]. Pareto observó que aproximadamente “un 20% ostentaba el 80% del poder político y la abundancia económica, mientras las masas (el otro 80%) tenían poca influencia”, un patrón que –según él– se replicaba históricamente y a escala global con la riqueza mundial[29].

No obstante, Pareto no concebía a las élites como grupos estáticos per se. En su Tratado de sociología, propuso que la historia humana es en gran medida la historia de la sucesión o circulación de élites[30][31]. Es decir, las élites gobernantes eventualmente decaen y son reemplazadas por nuevas élites emergentes de las clases inferiores, en un ciclo continuo. Según Pareto, existen dos tipos básicos de élites gobernantes, con temperamentos opuestos: los “zorros” y los “leones”[32]. Los zorros representan a los líderes astutos, innovadores y materialistas, proclives al cambio y a la maniobra; los leones, en cambio, encarnan a líderes más conservadores, rígidos en principios e inclinados a la fuerza y al statu quo[33]. Cuando una élite de “zorros” excesivamente calculadores y flexibles domina, corre el riesgo de perder autoridad moral y ser derrocada por líderes de tipo “león” que encarnan la firmeza –por ejemplo, mediante movimientos autoritarios o tradicionales–. A su vez, si una élite de “leones” se fosiliza e impide la entrada de nuevo talento, eventualmente surgen crisis revolucionarias que permiten el ascenso de “zorros” más dinámicos[34][35]. Este ir y venir forma un ciclo: “la historia es un cementerio de aristocracias”, llegó a escribir Pareto, aludiendo a cómo cada élite que no se renueva termina por caer y ser enterrada por otra[36]. Lo ideal, señalaba, sería que la élite gobernante combinara equilibradamente la astucia de los zorros con la fortaleza de los leones, manteniéndose abierta al mérito y la renovación (una élite funcional, en sus términos)[35][37]. Cuando las élites se cierran y se vuelven hereditarias –convirtiéndose en “aristocracias” inmóviles– la decadencia es casi segura[35].

Otro aspecto profundo de la sociología de Pareto es su teoría de la acción no lógica y los residuos y derivaciones. Pareto sostuvo, de manera pionera, que gran parte de la acción humana en lo social es ilógica o no racional en su motivación profunda[38]. Si bien las personas suelen presentar razones lógicas para justificar sus acciones, estas racionalizaciones (“derivaciones” en la jerga de Pareto) con frecuencia ocultan los verdaderos motivos, que son de índole emocional, instintiva o tradicional (a lo que él llamó “residuos”)[38]. En palabras del propio Pareto: “una gran parte de la acción social es ilógica, y gran parte de la acción personal está diseñada para dar a las acciones no racionales una apariencia espuria de lógica”[38]. Así, nuestras decisiones estarían conducidas por ciertos instintos básicos (residuos), pero las revestimos después de argumentos aparentemente racionales (derivaciones) para justificarlas. Pareto identificó varios tipos de residuos fundamentales (por ejemplo, la persistencia de agregados, que sería la inclinación conservadora a mantener las cosas como están; o la combinación, que sería la inclinación a innovar y arriesgar)[39]. Estos impulsos básicos, según Pareto, se alternan en primacía en las élites a lo largo del tiempo –nuevamente la idea de leones conservadores vs. zorros innovadores– y explican cambios cíclicos en la sociedad[39][40]. Importante es señalar que, aunque Pareto enfatizó la irracionalidad humana, no promovía cínicamente manipular al pueblo mediante engaños; más bien describía el fenómeno para entender la política real. De hecho, a diferencia de otros pensadores de su época, Pareto desmitificó la noción del ser humano como completamente racional, evidenciando el papel de las emociones e impulsos en la vida social –un reconocimiento que lo hace sorprendentemente precursor de visiones modernas en psicología social y economía del comportamiento.

En resumen, la crítica social de Pareto retrató a las sociedades como dominadas siempre por élites en pugna y a los seres humanos como agentes menos racionales de lo que admitían las teorías clásicas. Con un tono desilusionado –el de un “liberal decepcionado”, como lo han llamado algunos[41]– denunció la hipocresía tanto de las élites tradicionales como de las revolucionarias. Llegó a tildar a ciertos líderes socialistas de su tiempo de “aristocracia de bandidos” dispuesta a saquear el país[42], criticando al gobierno italiano por no reprimir con mayor dureza las huelgas obreras[42]. Estas posturas anti-igualitarias, junto con su elogio inicial al advenimiento del fascismo como freno al caos (aunque luego matizado por reservas), le valieron severas críticas. Sin embargo, es importante contextualizar: Pareto, como pensador, buscaba desprenderse de posturas partidistas y analizar científicamente la sociedad, aunque sus pasiones políticas personales no siempre quedaran al margen[13]. Su legado sociológico –la idea de que “la irracionalidad es fundamental a la naturaleza humana y las ideas suelen ser epifenómenos de los instintos”[43]– fue influyente en posteriores teorías de élites (como las de Mosca o Michels) y en la sociología crítica. Y sus polémicas afirmaciones sobre la persistencia de las desigualdades resuenan aún hoy en debates sobre la distribución del poder y la riqueza.

Legado, críticas y relevancia actual de Pareto

El legado de Pareto abarca tanto la economía como la sociología, y sigue suscitando discusiones en la actualidad. En economía, conceptos paretianos como la eficiencia de Pareto, las mejoras paretianas y el óptimo paretiano son parte esencial del análisis microeconómico moderno –se utilizan rutinariamente para evaluar si una asignación de recursos puede mejorarse sin perjudicar a nadie. Asimismo, el Principio de Pareto (80/20) trascendió su origen para convertirse casi en sabiduría popular de gestión y análisis. Hoy hablamos de aplicar “un Pareto” cuando priorizamos ese 20% crucial de tareas o problemas que traerán la mayor parte de las mejoras. Herramientas como los diagramas de Pareto (gráficos de barras ordenadas de mayor a menor con una curva acumulativa) son comunes en Six Sigma, control de calidad y business intelligence para distinguir los “pocos vitales” de los “muchos triviales”. Incluso en campos aparentemente lejanos como la ecología o la tecnología, se observan distribuciones del tipo Pareto: por ejemplo, en Internet a menudo una minoría de usuarios genera la mayoría del contenido, o en ecosistemas unas cuantas especies dominan en abundancia relativa. Estas regularidades hacen que Pareto siga siendo citado con frecuencia.

No obstante, también hay críticas y límites a sus ideas. Para empezar, varios críticos señalan que el Principio 80/20 no es una ley universal sino una regla empírica flexible: en algunos casos las proporciones pueden ser 70/30, 90/10 u otras; insistir en 80/20 exacto puede llevar a generalizaciones indebidas. Pero esto era algo que el propio Pareto y Juran reconocían –el valor está en identificar la desproporción, no en los números exactos[19]–. Más fondo tienen las críticas a su visión sociológica y política. Por un lado, sus teorías de las élites han sido tachadas de poco democráticas o elitistas; se le acusa de justificar que siempre haya una minoría en el poder, casi como una ley natural ineludible. Pensadores como Norberto Bobbio o Hannah Arendt interpretaron a Pareto como un apologista del autoritarismo o incluso como precursor intelectual del fascismo, debido a sus ataques a la democracia parlamentaria y a sus elogios iniciales del gobierno de Mussolini[44][13]. Estas interpretaciones negativas hicieron que durante décadas Pareto fuera considerado “manchado” por asociación al fascismo –al punto que muchos académicos de posguerra evitaban citarlo–. Sin embargo, estudios más recientes han intentado revisar este veredicto. Se destaca que, si bien Pareto dio la bienvenida al orden fascista por su aversión al caos socialista, en el fondo siguió defendiendo ideas liberales (aunque pesimistas) y nunca propuso abiertamente un Estado totalitario[15][44]. De hecho, algunos señalan la ironía de que los propios fascistas italianos terminaron ignorando las teorías económicas de Pareto por considerarlas demasiado liberales y antiestatistas[16]. En suma, la relación de Pareto con el fascismo es compleja y aún debatida: ¿fue un “liberal desengañado” cuyo cinismo fue explotado por el fascismo, o un reaccionario elitista cuyo pensamiento anticipó tendencias autoritarias? La discusión continúa en la academia[45], lo que muestra que Pareto sigue siendo una figura incómoda pero relevante al reflexionar sobre las tensiones entre libertad, igualdad y orden.

Por otro lado, algunas críticas internas vienen de la economía y sociología modernas: se argumenta que las teorías de Pareto, en su afán de generalidad, pecaban de “sociología abstracta” con exceso de ejemplos anecdóticos (él recopiló innumerables casos históricos para respaldar sus residuos y derivaciones, volviendo su Tratado de sociología un texto denso y difícil de leer[13]). Su visión cíclica de la historia como sucesión de élites, aunque sugerente, es difícil de contrastar empíricamente y ha sido superada por análisis más matizados de la movilidad social y el cambio institucional. Además, su desconfianza hacia la racionalidad humana, que en su tiempo lo diferenciaba de la ortodoxia económica, hoy es común en disciplinas como la economía conductual –pero estas han desarrollado modelos más sofisticados de sesgos cognitivos y comportamientos colectivos que van más allá de la formulación paretiana de residuos instintivos. Aun así, se reconoce a Pareto como un precursor: fue de los primeros economistas en subrayar que los seres humanos no somos agentes perfectamente racionales, abriendo la puerta a enfoques que integran psicología. En definitiva, muchas ideas de Pareto han perdurado (principio 80/20, óptimo de Pareto, análisis de élites) y otras han sido refinadas o cuestionadas, pero su influencia es innegable. A 100 años de su muerte, su legado está siendo reexaminado con mayor objetividad –como muestra un reciente volumen académico en el centenario de 2023– destacándose tanto sus aportes pioneros como las controversias que los rodean[45].

En términos de relevancia actual, basta con mirar problemas contemporáneos para ver huellas de Pareto. La creciente desigualdad económica mundial –con un puñado de personas concentrando una porción enorme de la riqueza– parece sacada de una gráfica paretiana actualizada. Organismos como Oxfam reportan que un 1% más rico posee cerca del 50% de la riqueza global, eco lejano (y más extremo) de aquel 20/80 que Pareto documentó[29]. Igualmente, la concentración del poder político en élites tecnocráticas o en establishments alejados de las masas es un tema constante, desde las oligarquías financieras hasta las nuevas élites tecnológicas. Comprender estas dinámicas de poder minoritario y respuestas mayoritarias sigue siendo esencial, y Pareto proporciona un marco histórico para ese análisis. Por otro lado, el auge de los comportamientos “no racionales” en masa, manifestado en fenómenos como la desinformación viral, la polarización emocional en redes sociales o el resurgimiento de nacionalismos viscerales, confirma la intuición de Pareto de que los instintos y emociones colectivas pueden regir la acción social más que la fría lógica. Sin duda, hoy contamos con herramientas teóricas más avanzadas (de psicología social, neurociencia, etc.) para estudiar estas conductas, pero podemos ver a Pareto como un antepasado intelectual de la economía conductual y la sociología de las emociones, quien en su tiempo tuvo la valentía de cuestionar el mito del “hombre racional”.

Del Homo Economicus al Homo Emotionalis: una nueva visión del agente económico

La economía clásica y neoclásica –la de Pareto incluido– construyó sus modelos en torno a una abstracción conocida como Homo Economicus: un agente perfectamente racional, egoísta y con información completa, que toma decisiones optimizando su utilidad o beneficio. Este “hombre económico” jamás se deja llevar por emociones o impulsos; calcula fríamente cada elección para maximizar su ganancia. Durante mucho tiempo, este modelo simplificado fue el sustento de la teoría económica. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX y especialmente en las últimas décadas, una “revolución del inconsciente contra el raciocinio” ha ido desmontando esa imagen idealizada[46]. Psicólogos, sociólogos, neurólogos y economistas conductuales han demostrado con abundante evidencia que los seres humanos reales somos mucho más irracionales, emocionales y susceptibles a sesgos de lo que la ciencia económica asumía.

El punto de inflexión inició con trabajos como los de Daniel Kahneman y Amos Tversky en los años 1970s, que documentaron sistemáticamente atajos mentales (heurísticas) y sesgos cognitivos en la toma de decisiones. Este nuevo campo, la Economía del Comportamiento, tendió un puente entre la psicología y la economía[47]. Kahneman (Nobel de Economía 2002) resumió que habían logrado explorar “la psicología de las creencias y decisiones bajo un marco de racionalidad limitada”[48], herida fatal al viejo Homo Economicus. Desde entonces, numerosos experimentos han corroborado que no siempre tomamos la decisión óptima ni maximizamos utilidad; en cambio, a veces nos guiamos por miedo, por exceso de confianza, por cómo se nos presenta un problema (efecto framing), por la presión social o simplemente por intuiciones vagas.

En este contexto surgió el concepto de Homo Emotionalis para describir a ese agente económico más realista, influenciado por emociones y prejuicios. Como explica un divulgador en un hilo sobre economía del comportamiento: “la premisa principal parece muy simple (los humanos somos más irracionales de lo que la ciencia económica asumía)… La economía del comportamiento asume a los individuos susceptibles a sus emociones. Es decir, introduce al Homo Emotionalis como modelo... un ser susceptible a prejuicios, emociones y errores”[49]. En contraste con el Homo Economicus híper-racional, el Homo Emotionalis es un tomador de decisiones con racionalidad limitada, que puede dejarse llevar por el miedo, la euforia, la empatía o la ira, y cuyo comportamiento a veces contradice sus propios intereses objetivos. Un ejemplo cotidiano: un consumidor emocionalis quizás paga más por una marca que le inspira confianza o estatus, aunque haya alternativas más baratas de igual calidad –algo inexplicable para el homo economicus, pero habitual en la realidad.

Características claves distinguen a estos dos “hombres” conceptuales:

·      Información y cálculo: Homo economicus se supone que posee información completa y capacidad de cálculo perfecta. Homo emotionalis, en cambio, opera con información limitada y atención selectiva; suele recurrir a atajos mentales (heurísticas) para decidir, a veces acertando y a veces errando[50][49].

·      Objetivos y preferencias: Economicus busca maximizar utilidad material (beneficio, rentas) consistentemente. Emotionalis persigue objetivos múltiples que incluyen aspectos afectivos y sociales; por ejemplo, puede sacrificar ganancia económica por justicia, por lealtad a un grupo o simplemente por evitar sentirse mal (aversión a la pérdida, culpa, etc.). Sus preferencias pueden ser inestables o contextuales (dependen de cómo se le plantea la elección).

·      Emociones y racionalidad: Economicus actúa como si no tuviera emociones; nunca se distrae por ellas. Emotionalis está profundamente influido por estados afectivos –la confianza o el pánico en los mercados, la satisfacción inmediata vs. la gratificación diferida, la empatía al donar, el temor al riesgo, etc. Las neurociencias han demostrado que al tomar decisiones económicas se activan regiones cerebrales ligadas a las emociones (sistema límbico) tanto o más que las puramente racionales[46]. Por ejemplo, estudios del neurólogo Antonio Damasio mostraron que individuos con ciertas lesiones que les impiden sentir emociones también tienen dificultades para decidir eficientemente, subrayando que la emoción es parte integral del razonamiento humano[46].

·      Interacción social: Economicus es solitario y auto-interesado, incapaz de genuina cooperación altruista salvo que le convenga. Emotionalis es un ser social: incorpora la reciprocidad, la confianza o el castigo altruista. La economía conductual y la teoría de juegos han identificado comportamientos como el altruismo recíproco o la preocupación por la equidad, que el modelo económico tradicional no explica pero humanos reales exhiben regularmente.

Esta nueva visión, el Homo Emotionalis, no surge de un capricho por “endulzar” la teoría económica, sino de la evidencia científica acumulada. Como señaló un comentarista, tras décadas de estudios “la premisa principal es simple: los humanos somos más irracionales de lo que la ciencia económica asumía, conclusión que ha probado ser muy importante para entender diversos fenómenos sociales”[50]. Entender al agente económico como emotionalis es esencial para diseñar mejores políticas (por ejemplo, mecanismos de nudges o empujoncitos que aprovechan sesgos para bien), para mejorar estrategias empresariales (ej. marketing emocional que conecta con valores del consumidor) e incluso para explicar sucesos políticos desconcertantes. De hecho, se ha dicho que fenómenos recientes como el auge de líderes populistas o la difusión de noticias falsas se relacionan con que “la frustración ha llevado a desechar los datos y apelar a las emociones… es necesario entender la economía del comportamiento para saber por qué existen ‘fallas en la Matrix’ como [el triunfo de] Trump o la ultraderecha”[51]. Es una alusión llamativa: cuando las decisiones colectivas parecen ir contra la lógica esperada (ej. votar contra el propio interés económico por razones identitarias o emotivas), estamos viendo al Homo Emotionalis en acción, y comprenderlo se vuelve urgente.

Al incorporar nociones del Homo Emotionalis, la economía se está volviendo una ciencia más interdisciplinaria y “humana”. La neuroeconomía, por ejemplo, combina neurociencia, economía y psicología para observar mediante técnicas de imagen cerebral cómo decidimos bajo riesgo o cómo reaccionamos a recompensas. Descubrimientos en este campo han identificado circuitos neuronales de la recompensa y del miedo que influyen en elecciones financieras. También han revelado que la dopamina y otras sustancias químicas del cerebro participan en la evaluación de valor y en la formación de hábitos, acercando la economía al terreno biológico. Sumado a esto, la inteligencia artificial (IA) y el big data están dando nuevas herramientas para modelar y predecir comportamientos reales complejos, a la vez que plantean desafíos: por ejemplo, algoritmos de IA pueden explotar nuestros sesgos (filter bubbles, publicidad personalizada que juega con nuestras emociones), lo que hace más relevante promover un Homo Emotionalis consciente de sí mismo, educado en sus sesgos, para no caer presa fácil de manipulaciones digitales.

En síntesis, estamos transitando de un paradigma económico centrado en la razón pura a otro que reconoce la importancia de las emociones, la psicología y la neurobiología en la toma de decisiones. Este “nuevo agente” Homo Emotionalis es más incierto, menos optimizador perfecto, pero más fiel a la realidad de lo que somos. Y, curiosamente, entronca con la intuición que ya insinuaban pensadores como Pareto hace un siglo: la de que “los individuos actúan basados en elementos instintivos residuales, no lógicos ni racionales”[52]. Hoy la ciencia simplemente le ha dado nombres específicos a esos elementos (heurística de disponibilidad, sesgo de confirmación, aversión a la pérdida, etc.) y ha construido sobre ellos.

Convergencia con Elefantes Esmeralda: innovación, emociones y propósito en la nueva era

Llegados a este punto, podemos preguntarnos: ¿qué tiene que ver todo lo anterior –Pareto, el 80/20, las élites, el Homo Emotionalis– con nuestra visión de Elefantes Esmeralda y la economía del futuro para el bien común? La respuesta radica en ver las conexiones metafóricas y conceptuales que vinculan la sabiduría clásica con la nueva mirada que proponemos.

En la metáfora de Elefantes Esmeralda, ser un elefante esmeralda implica atreverse a ser diferente, auténtico e innovador, en contraste con ser “otro elefante gris” del montón. Recordemos cómo en la fábula, Kálath abandona la seguridad de la manada gris, se sumerge en el lago desconocido y resurge transformado en un brillante elefante verde esmeralda, causando asombro e inspirando cambio en su comunidad. Esta narrativa simboliza la importancia de romper con los paradigmas establecidos, explorar nuevos territorios y abrazar la transformación para alcanzar un propósito más elevado y destacarse. Pues bien, Vilfredo Pareto, en su propio ámbito, fue algo así como un “elefante esmeralda” intelectual. En una época dominada por economistas clásicos centrados únicamente en modelos ideales, Pareto se atrevió a bucear en datos empíricos reales (el “lago” de la realidad social) y emergió con ideas disruptivas: mostró que la riqueza se distribuía de forma extremadamente desigual (contradiciendo supuestos de armonía económica), introdujo a la sociología factores psicológicos y no racionales que otros ignoraban, y desafió tanto a liberales ingenuos como a marxistas dogmáticos por igual. Esa osadía intelectual –de separarse de la manada de su disciplina– le permitió descubrir principios atemporales (como el 80/20) que brillan hasta hoy. De modo análogo, en el mundo empresarial y social actual, adoptar la filosofía del Elefante Esmeralda significa identificar ese “20% de ideas verdaderamente originales” que pueden generar el “80% del impacto” positivo, aunque al principio parezcan locas o incomprendidas. Muchas innovaciones que hoy admiramos fueron en su origen elefantes verdes en manadas de ideas grises: tecnologías o proyectos fuera de lo común que pocos creían viables. Por ejemplo, el correo electrónico, los teléfonos inteligentes o las redes sociales como Facebook fueron alguna vez ideas marginales que la mayoría veía con escepticismo, “elefantes verdes incomprendidos en manadas de ideas convencionales”, hasta que triunfaron y se convirtieron en referentes[53][54]. Esto refleja justamente un principio tipo Pareto en la innovación: de un gran conjunto de intentos, solo unos pocos (quizá ese ~20%) logran cambios revolucionarios, pero hay que permitir su florecimiento. Nuestra visión apuesta a crear las condiciones para que esos pocos proyectos auténticos –esos Elefantes Esmeralda– surjan y prosperen en beneficio común.

Por otra parte, Pareto insistía en aprender de la realidad histórica y social (tener “memoria de elefante”, podríamos decir) para no aferrarse ciegamente a teorías abstractas. En nuestro proyecto de Economía del futuro para el bien común, compartimos esa noción de memoria: es crucial mirar las lecciones del pasado (como las desigualdades que vienen desde hace siglos, o los fracasos de modelos puramente utilitaristas) para construir un paradigma económico más humano y equilibrado[55][56]. La metáfora del elefante incluye la sabiduría y memoria legendaria de estos animales, y planteamos que así como “un elefante nunca olvida”, nuestra sociedad debe recordar errores y aprendizajes históricos para liderar una transición económica que sirva a todas las personas y al planeta[57]. Pareto nos recuerda, con su análisis de ciclos de élites y colapso de aristocracias, que ningún orden socioeconómico es eterno y que ignorar las señales de injusticia puede llevar al colapso. Incorporar esa perspectiva crítica –no dar por sentado que el actual 1% vs 99% sea sostenible, por ejemplo– es parte de la misión de una economía esmeralda orientada al bien común. Debemos vigilar que las élites actuales (políticas, financieras, tecnológicas) no se cierren al cambio ni sofocen a los nuevos talentos y a las demandas de las mayorías, so pena de provocar crisis. En este sentido, la circulación de élites de Pareto puede reinterpretarse positivamente como la necesidad de renovación continua y meritocracia real en las estructuras de poder, alineada con valores de equidad.

Otro punto de convergencia es el énfasis en las emociones y la psicología. Pareto detectó que los humanos no somos puramente racionales y que las emociones mueven montañas sociales –para bien o para mal. Nuestra visión de Elefantes Esmeralda retoma esa verdad y la orienta constructivamente: proponemos poner la emoción, la creatividad y la psicología al servicio de la innovación económica con propósito. Por ejemplo, en capítulos de nuestro proyecto se explora cómo las emociones positivas (pasión, empatía, propósito compartido) pueden ser palancas para emprender proyectos transformadores y para motivar cambios culturales hacia la sostenibilidad. Decimos que en esta nueva era, “la emoción y la adaptabilidad son claves” para sobresalir[58]. Esto encaja con el Homo Emotionalis que describimos: lejos de ver las emociones solo como fuentes de error (a lo Pareto, que hablaba de derivaciones ilógicas), las vemos también como fuentes de energía e inspiración. Un Homo Emotionalis consciente puede usar su empatía para crear negocios sociales que atiendan necesidades reales, o emplear su indignación ética para impulsar reformas en favor del bien común. En lugar de negar nuestras emociones, las incorporamos al modelo económico como elementos a gestionar y canalizar. Por eso hablamos en el proyecto de “economía con propósito”, “liderazgo con empatía”, “innovación desde la pasión creativa”, etc. – todos elementos donde la fibra emocional y humana es central, no accesoria.

Finalmente, la llegada de la Inteligencia Artificial y la llamada Sexta Revolución tecnológica realzan la pertinencia tanto de Pareto como de Elefantes Esmeralda. Por un lado, la IA podría exacerbar tendencias de Pareto: por ejemplo, si no actuamos, es posible que una minoría de actores controlen la mayoría de los beneficios de la automatización (20% de corporaciones acumulando 80% de los datos y la riqueza generada por IA). También es posible que las decisiones algorítmicas –supuestamente racionales– choquen con la realidad de nuestros sesgos y emociones, produciendo resultados no deseados. Por otro lado, la IA ofrece herramientas formidables para el bien común si se orienta correctamente (optimizar recursos, personalizar educación, predecir necesidades sociales). Pero para integrar la IA en la economía del futuro necesitamos, más que nunca, la combinación de memoria, razón y emoción que venimos discutiendo. Así como la manada de elefantes aprendió de Kálath a adaptarse en un mundo en constante cambio[59], nuestras sociedades deben aprender y adaptarse en esta era vertiginosa. Elefantes Esmeralda propone un equilibrio: aprovechar la tecnología (la inteligencia artificial) pero guiada por la inteligencia emocional y ética humana, para lograr una economía verdaderamente regenerativa y centrada en el bien común[60][56]. En este equilibrio subyace la necesidad de un nuevo tipo de agente económico –más colaborativo, más empático, más sabio– que bien podríamos llamar Homo Emotionalis en la era de la IA.

Conclusión: Hacia una economía “esmeralda” con humanidad

A lo largo de este ensayo hemos entrelazado la rica herencia intelectual de Vilfredo Pareto con la visión que proponemos en Elefantes Esmeralda: Economía del futuro para el bien común. Del viejo principio 80/20 extraemos lecciones para la innovación: enfocarnos en esas pocas acciones de gran impacto, atrevernos a ser ese porcentaje pequeño que marca la diferencia. De la sociología de Pareto tomamos conciencia de los ciclos históricos y de los peligros de la inequidad y la desconexión entre élites y masas –aspectos que una economía orientada al bien común debe resolver promoviendo inclusión, rotación meritocrática y participación democrática real. De su reconocimiento de la irracionalidad humana aprendemos a no diseñar sistemas económicos suponiendo agentes fríos y calculadores, sino personas de carne y hueso con miedos y esperanzas; por eso abogamos por integrar la psicología, la ética y la educación emocional en la toma de decisiones económicas.

Si Pareto, con su estilo a veces pesimista, nos muestra un espejo de las tendencias oligárquicas y egoístas que han dominado al Homo Economicus en el pasado, nuestra visión esmeralda apunta a transformar ese reflejo: imaginar un futuro donde usando la memoria (experiencia), la razón (tecnología, ciencia) y la emoción (empatía, propósito) logremos un sistema más equilibrado. En este futuro, el Homo Emotionalis no es un ser irracional que comete errores caóticos, sino un ser con inteligencia emocional desarrollada, capaz de cooperar y de orientar sus pasiones hacia la creación de valor compartido. Es un ser que, como el elefante esmeralda de la fábula, combina la fuerza con la sensibilidad, la sabiduría con la valentía de cambiar.

Vilfredo Pareto, desde su época, quizás no habría imaginado un homo economicus reemplazado por un homo emotionalis potenciado por IA; pero seguramente reconocería válida la aspiración de “una economía esmeralda” donde el 80/20 no sea la ley del más fuerte sino la oportunidad de que pequeñas acciones virtuosas generen enormes beneficios sociales. Al final del camino, conectar a Pareto con Elefantes Esmeralda es un ejercicio de diálogo entre pasado y futuro: tomamos lo mejor del pensamiento clásico –el análisis riguroso, la atención a los datos, la comprensión de las dinámicas de poder– y lo fusionamos con una nueva ética y poética para la economía –una que abrace la diferencia, la emoción y el bien común como motores de la prosperidad. Como dijo Pareto, “la historia es un cementerio de aristocracias”[61]; hagamos entonces que la próxima historia sea la del surgimiento de una comunidad esmeralda, donde la élite funcional sea la humanidad en su conjunto, y donde cada individuo, con sus racionalidades e irracionalidades, encuentre un lugar en una manada en marcha hacia un futuro más sabio, sostenible y justo[55][62].

Referencias Bibliográficas:

·      Pareto, Vilfredo. Cours d’économie politique (1896-97) y Manuale di economia politica (1906). (Contribuciones originales al óptimo de Pareto, curvas de indiferencia, etc.)

·      Pareto, Vilfredo. Traité de sociologie générale (1916). (Exposición de la teoría de las élites, residuos y derivaciones.)

·      Cirillo, Renato. “Was Vilfredo Pareto Really a ‘Precursor’ of Fascism?” American Journal of Economics and Sociology 42(1), 1983. (Análisis historiográfico sobre Pareto y el fascismo)[15][12].

·      Mingardi, Alberto. “The Disappointed Liberal – Reconsidering Pareto’s Legacy” City Journal, March 2024. (Reseña del centenario de Pareto, discutiendo acusaciones y aportes)[12][43].

·      Wikipedia (es). Vilfredo Pareto – Biografía y teoría económica[23][18]; Principio de Pareto – formulación del 80/20 y ejemplos[20][29].

·      Macías, Jorge (@FearEconomist). Hilo de Twitter: Introducción a la Economía del Comportamiento, 2019. (Explicación didáctica del paso de Homo Economicus a Homo Emotionalis)[49][51].

·      Blog “A la atención de quien proceda”. Neuromarketing: la ciencia del cerebro aplicada al consumo, 2015. (Reflexión sobre el auge de lo emocional en el consumo: “el Homo sapiens se convirtió en Homo emotionalis”)[46].

·      Elefantes Esmeralda: Economía del futuro para el bien común (borrador, 2025). (Visión metafórica y propuesta de economía verde y ética, base de la presente síntesis)[57][53].


[1] [2] [3] [4] [6] [10] [14] [15] [16] [18] [23] [24] [25] [26] [27] [28] [30] [31] [32] [33] [34] [35] [36] [37] [38] [39] [40] [42] [52] [61] Vilfredo Pareto - Wikipedia, la enciclopedia libre

https://es.wikipedia.org/wiki/Vilfredo_Pareto

[5] [7] [8] [9] [11] [12] [13] [41] [43] [44] [45] Review of Vilfredo Pareto’s "Contributions to Modern Social Theory"

https://www.city-journal.org/article/review-of-vilfredo-paretos-contributions-to-modern-social-theory

[17] [19] [20] [21] [22] [29] Principio de Pareto - Wikipedia, la enciclopedia libre

https://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Pareto

[46] Neuromarketing, la ciencia del cerebro aplicada al consumo | A la atención de quien proceda

https://alaatenciondequienproceda.wordpress.com/2015/10/15/neuromarketing-la-ciencia-del-cerebro-aplicada-al-consumo/

[47] [48] [49] [50] [51] Thread by @FearEconomist: "Comparto hilo introductorio sobre la Economía del Comportamiento (EC), su origen e importancia. La EC ha sido llamada la ciencia que estudia […]"

https://threadreaderapp.com/thread/1120695933585563655.html

[53] [54] ELEFANTES ESMERALDA- CURSO INTENSIVO.pdf

[55] [56] [57] [60] [62] Elefantes Esmeralda_ Economía del Futuro para el Bien Común [PRE-APLHA].docx

[58] [59] kalath, la leyenda del elefante esmeralda.pdf

 

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